Las rabietas. Ah, las rabietas. Esa palabra que a muchos padres nos eriza la piel. Si tienes niños pequeños, sabes de lo que hablo: ese momento en que tu hijo/a se desborda emocionalmente en el lugar menos esperado y sientes que todos los ojos están sobre ti. Pero, ¿y si te dijera que las rabietas no son un capricho, sino una descarga natural de emociones intensas que aún no saben gestionar?
En lugar de verlas como un ataque personal, vamos a empezar a verlas como una oportunidad para conectar y enseñar. Aquí te dejo algunas herramientas prácticas para manejar esos momentos, sin gritos y con mucha más calma:
- Valida la emoción, no el comportamiento:
- Tu hijo quiere la galleta ahora y no se la das. Empieza el llanto. En lugar de "¡No llores por una galleta!", prueba con: "Entiendo que estés molesto porque quieres esa galleta y no te la puedo dar ahora. Sé que es frustrante." Esto le muestra que lo ves y que su emoción es válida, aunque el deseo no se pueda cumplir.
- Ofrece compañía y contención:
- Muchas veces, lo que necesitan es sentirse seguros. Agáchate a su nivel, ofrécele un abrazo (si lo acepta), o simplemente siéntate cerca en silencio. Tu presencia calmada es un ancla en su tormenta.
- Usa frases cortas y claras:
- Cuando están en pleno desborde, su cerebro no procesa información compleja. "Sé que estás enojado. Aquí estoy. Cuando estés listo, hablamos." Menos es más.
- Redirige y ofrece opciones (cuando sea posible):
- Una vez que la intensidad baje un poco, puedes redirigir. "Estás muy molesto con este juguete. ¿Quieres que juguemos con los bloques un rato?" O dar opciones limitadas: "¿Quieres la camisa azul o la verde?"
- Prepara el ambiente y anticipa:
- Si sabes que tu hijo se pone irritable con hambre, lleva un snack. Si las transiciones son difíciles, avisa con antelación: "En cinco minutos guardamos los juguetes y vamos a comer." La anticipación puede evitar muchas explosiones.
- Respira tú primero:
- Este es el consejo más importante. Cuando tu hijo está desregulado, su sistema nervioso activa el tuyo. Tómate un segundo para respirar profundamente antes de reaccionar. Tu calma es contagiosa.
Manejar las rabietas de forma respetuosa no es fácil y requiere práctica, pero sienta las bases para una relación de confianza y les enseña a tus hijos a reconocer y gestionar sus propias emociones de forma saludable. ¡Estás sembrando semillas de inteligencia emocional!
¿Cuál de estos consejos sientes que puedes aplicar hoy mismo? ¡Cuéntanos en los comentarios!
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